Un ganglio inflamado puede ser la señal de un linfoma

En general, el aumento de volumen ganglionar responde a procesos infecciosos comunes, como una amigdalitis. Sin embargo, en ocasiones, se trata de un cáncer originado en el sistema linfático.

Los ganglios linfáticos forman parte del sistema inmune. Están distribuidos en todo el cuerpo y en ocasiones es posible detectar su reacción ante procesos infecciosos, como cuando, por ejemplo, aumentan de tamaño en la zona del cuello producto de una amigdalitis. Sin embargo, el crecimiento de uno o varios ganglios, asociado a determinadas características clínicas, puede tratarse también de un linfoma.

“El linfoma es el cáncer hematológico más frecuente y puede originarse en los ganglios, el bazo, la médula ósea y eventualmente cualquier órgano del cuerpo. Alrededor de dos tercios de los casos son ganglionares, pero hasta un tercio pueden afectar sitios extraganglionares, como el estómago, la piel, los huesos, el hígado y el sistema nervioso, entre otros”, explica el Dr. Raimundo Gazitúa, jefe de Hematología Oncológica de FALP.

Como primera gran clasificación, existen los linfomas de Hodgkin y los No Hodgkin, los queasuvezsevan subdividiendo hasta conformar un universo de alrededor de 50 tipos de esta enfermedad, con particularidades que permiten especificar su diagnóstico y personalizar su tratamiento. Hoy es posible realizar un manejo multimodal con quimioterapia sistémica convencional, inmunoterapia, radioterapia, terapias blanco que actúan directamente en la célula tumoral y también trasplante de progenitores hematopoyéticos (trasplante de médula ósea).

Cada subtipo de linfoma determina también su presentación clínica y su pronóstico: “Los linfomas de Hodgkin tienen mejor pronóstico (8 de cada 10 pacientes mejoran después de un tratamiento con quimioterapia) que los No Hodgkin. A su vez, estos últimos se dividen en los de alto grado y bajo grado. En los primeros, los pacientes tienen síntomas que los llevan a consultar en el plazo de semanas a meses —ganglios que van creciendo y pueden asociarse a fiebre y baja de peso— y deben tratarse muy rápido; sin embargo, un 50% a 60% se cura con quimioterapia e inmunoterapia con anticuerpos monoclonales. En cambio, los linfomas de bajo grado crecen lentamente, en el trascurso de meses a años, pero en general recaen años después de haber sido tratados, tendiendo en la mayoría de los casos a convertirse en una neoplasia crónica”.

Es importante aclarar que un ganglio aumentado de tamaño (adenopatía) no es por sí solo una señal de linfoma, ya que ese crecimiento puede responder a distintas causas.

“Las adenopatías benignas habitualmente son de hasta dos centímetros, al palparlas son blandas, duelen y son móviles, y en general acompañan otros procesos inflamatorios como las infecciones. Pero los ganglios de aspecto tumoral suelen ser más grandes, indoloros, duros y muchas veces no se mueven al tocarlos. Además, hay ciertas ubicaciones anatómicas que hacen sospechar que los ganglios son malignos, como arriba de la clavícula. Estos elementos clínicos deben guiar al médico: si piensa que es una enfermedad benigna, recetará antiinflamatorios o antibióticos, y si con ellos los síntomas no desaparecen al cabo de un mes, será necesaria una biopsia. Por otra parte, si se sospecha de que un ganglio es patológico, la biopsia para descartar o confirmar un linfoma u otro cáncer debe indicarse de inmediato. Eso nos permite llegar a tiempo y hacer diagnósticos de manera oportuna”.

TRASPLANTE

La edad de presentación del linfoma es otro elemento asociado al tipo de la enfermedad. Mientras que el linfoma de Hodgkin afecta principalmente a gente más joven —“hay un primer peak entre los 20 y 40 años, y luego uno menor, sobre los 60 años”— el linfoma No Hodgkin suele desarrollarse en torno a los 60 años.

“En FALP tenemos pacientes desde los 18 hasta los 94 años. Esto requiere que nos apoyemos con otros especialistas, puesto que cada grupo etario exige un enfoque especial. Para los pacientes adolescentes y adultos jóvenes, un diagnóstico de cáncer pone un freno brusco a sus estudios o sus trabajos y les significa un golpe anímico muy fuerte y una tremenda ansiedad e incertidumbre; muchas veces se producen cuadros depresivos asociados. Los pacientes mayores en general se lo toman con menos ansiedad, pero tienen más enfermedades, son portadores de otras condiciones crónicas, entonces toman medicamentos adicionales y las quimioterapias pueden interactuar con ellos; aquí realizamos un manejo en conjunto con oncogeriatras”, describe el Dr. Gazitúa.

Una de las pacientes más jóvenes de FALP es Laura Barrera. En 2019, con 18 años, luego de realizarse múltiples exámenes por un persistente dolor de espalda que atribuyó a un lumbago, supo que tenía linfoma de Hodgkin. “Iba en cuarto medio; era chica y estaba muy asustada. Pero tuve el apoyo de mi familia y mis amigos, que para mí es lo más importante”, cuenta Laura.

Como su mamá había contratado el Convenio Oncológico Fondo Solidario hace años pensando en la protección de su familia, viajó de Chillán a Santiago y comenzó su tratamiento en FALP. Sin embargo, a un año de terminarlo, tuvo una recaída: “Esa vez tomé la noticia con más calma porque me habían explicado que era una posibilidad con mi enfermedad”. La terapia indicada entonces fue un trasplante de médula ósea.

“Esta es una alternativa terapéutica para los linfomas que recaen, así como para linfomas refractarios (que no responden al primer tratamiento) y linfomas del manto (un subtipo de linfoma de No Hodgkin) en primera remisión”, explica la Dra. Carolina Guerra, jefa del Programa de Trasplante de Progenitores Hematopoyéticos de FALP, iniciado en 2019.

La especialista precisa que el tipo de trasplante al que se someten estos pacientes, en la mayoría de los casos, es autólogo. Es decir, se les implantan sus propias células madre, lo que les otorga un soporte que permite el crecimiento de células sanguíneas después de una quimioterapia de alta intensidad utilizada para controlar la enfermedad.

“Estas terapias tienen una intención curativa en los pacientes, es una importante alternativa de tratamiento. Por ello buscamos también apoyar al sistema público de salud, recibiendo pacientes que no se pueden tratar en él por distintas razones, y mantenemos un convenio con el Minsal por medio del cual formamos parte de una red de prestadores para trasplantes. Con nuestro programa colaborativo esperamos disminuir la brecha que existe en el acceso a trasplantes”, finaliza la Dra. Guerra.

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