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Los beneficios de recibir una evaluación oncogeriátrica
Dado que los adultos mayores son una población muy heterogénea, se deben considerar distintos aspectos de cada paciente para ofrecerle la mejor terapia posible.
Según el Censo de 2017, las personas de 65 años y más en Chile corresponden al 11,4% del total de la población, prácticamente el doble que hace 25 años. Frente a este envejecimiento del país, el desafío no sólo está dado por el aumento de pacientes oncológicos –ya que la edad es un factor de riesgo para la enfermedad-, sino que además porque la tercera
edad engloba a un grupo diverso de personas.
Los tratamientos deben tomar en cuenta las condiciones particulares de cada individuo, como hace notar el equipo de Oncogeriatría del Instituto Oncológico FALP, encargado de realizar esta evaluación. “Podemos encontrar un paciente con cáncer de colon de 75 años que es activo, funcionalmente independiente, hace ejercicio; y otro de la misma edad y con el mismo cáncer, pero completamente dependiente de terceros y con múltiples enfermedades”, afirma el Dr. Rubén Soto. “Nuestro pilar fundamental es una herramienta llamada Valoración Geriátrica Integral (VGI), que no sólo incluye aspectos biomédicos clásicos -como enfermedades del paciente, remedios que toma, alergias–, sino que también otros propios de la persona mayor y que pueden repercutir en su desempeño posterior: cómo está su funcionalidad, la cognición, el sueño, el ánimo, el apetito, si hay caídas, si ocupa algún tipo de apoyo sensorial o prótesis”.
La Dra. Rocío Quilodrán comenta cómo este análisis oncogeriátrico integral ayuda a establecer tanto riesgos asociados como beneficios del tratamiento en cada caso: “La VGI nos permite decir si un paciente tiene mayor posibilidad que otro de hacer toxicidad por quimioterapia o una complicación en la cirugía. Comentarles a los médicos tratantes que un paciente no tiene problema para enfrentar el tratamiento propuesto, pero que para otro no es lo mejor, ya sea porque no tiene quién lo cuide, sufre una demencia o presenta secuelas de otras enfermedades. O ver si hay tiempo para acondicionarlo antes de ir a cirugía para minimizar los riesgos y hacer un plan de intervención, y acompañarlo en el proceso. Después programamos un control post alta”.
Cultura del viejismo
Los geriatras de FALP plantean que muchas veces el cáncer se detecta tarde sólo porque los síntomas se asumieron como condiciones obvias de la vejez. “A la edad se le atribuyen todos los males. Existe una cultura del viejismo, en que se cree que las personas, por ser mayores, tienen que ser sordas, sufrir incontinencia, problemas de memoria o para dormir, tener caídas frecuentes. Cosas que hemos asimilado como propias del envejecer y que no son tales. Eso lleva a la gente a no consultar. Nuestra recomendación es que sobre los 60 años las personas tengan un control regular. Se debe evaluar e interrogar al
paciente en forma dirigida para discriminar si sus síntomas son propios del envejecimiento o de otra enfermedad, como un cáncer. Un mayor que presente cualquier síntoma que afecte su calidad de vida debiera consultar con un geriatra”, plantea el Dr. Soto. “Hay que estar más atentos a los síntomas que los incomodan, para un diagnóstico precoz, dar una mayor chance
de enfrentar una terapia en mejor estado y cambiar el pronóstico”, añade la Dra. Quilodrán.