“La Casa de Acogida FALP nos llegó como un regalo”

Las hermanas Egaliza y Minette Zuleta fueron las primeras huéspedes de este nuevo espacio, muy cercano al Instituto Oncológico, que aloja a pacientes que vienen desde regiones.

Egaliza y Minette Zuleta son hermanas. Viven en Toconao, cerca de San Pedro de Atacama, y debido a la operación por un cáncer de tiroides a la que Egaliza se sometió en FALP a principios de este año, ambas se convirtieron en las primeras huéspedes de la Casa de Acogida FALP, iniciativa liderada por el área de Donaciones y Beneficencia. Este nuevo espacio viene a convertirse en una alternativa de hospedaje segura y cercana al Instituto Oncológico para nuestros pacientes de regiones –que representan al 40% de quienes aquí se atienden- mientras realizan sus tratamientos, y también para quien los acompaña en su viaje. “Yo tenía claro que el hospital de Antofagasta no era opción para operarme, quizás cuánto tiempo estaría en lista de espera y, si se trataba de cáncer, no podía esperar”, cuenta Egaliza -quien trabaja en un minimarket de Toconao y es madre de cuatro hijos-, recordando las preocupaciones que surgieron una vez que recibió su diagnóstico. “Así es que me entrevisté por teléfono para postular a ayuda económica para mi tratamiento a través del Comité de Beneficencia de FALP y me aceptaron, por lo que el 1 de enero debía partir a Santiago a operarme”.
En el viaje la acompañaría Minette, quien en Toconao había movilizado a familia, amigos y hasta autoridades municipales con el fin de reunir fondos para ayudar a su hermana. En Santiago, la inquietud fue otra. “Como no tenemos conocidos en la capital, yo debía salir a buscar un lugar próximo a FALP donde alojarnos, para poder estar cerca de Egaliza”, rememora Minette. “Llegamos el 2 de enero, mi hermana ingresó directamente al Instituto Oncológico, y entonces una enfermera me dio una gran noticia: había una casa donde nos podíamos hospedar y, lo más importante, quedaba a dos cuadras. Ella misma me fue a dejar al lugar, donde me esperaban. Me sentí súper acogida, todos eran muy cariñosos. Yo estaba muy nerviosa, asustada y ahí me sentí protegida. Las personas que trabajan en ese lugar son muy especiales, entregan ese calor humano que suple a la familia. También estamos muy agradecidas de la asistente social y el apoyo de toda la Fundación. La Casa de Acogida nos llegó como un regalo”.

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