¿Has notado que con solo pensar en algo que te preocupa, ya puedes sentirte físicamente alterado? Lo primero que debemos saber, es que nuestro cerebro no sabe diferenciar entre una amenaza real y otra que está en la mente.
Cuando nos sentimos preocupados o nos enfrentamos a situación real de amenaza, el cerebro lo percibe a través del hipotálamo. Se activa el sistema nervioso simpático, que está relacionado con el instinto de supervivencia y estimula las glándulas suprarrenales, que secretan cortisol y adrenalina.
La producción de estos neurotransmisores no es negativa en sí misma, ya que gracias a ellas, todo nuestro organismo se activa para una eventual huida o para reparar tejidos dañados. El problema surge cuando este estado de alerta y preocupación es constante, ya que el cortisol, también afecta a otros sistemas esenciales para nuestro bienestar.