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El cáncer rescató lo mejor de mí
Victoria Inostroza, diagnosticada con cáncer de mama a los 31 años, afirma que la enfermedad la hizo renacer y darse cuenta de todo el amor y apoyo que tenía.
La vida es como el surf. Eso pensó Victoria Inostroza en mayo de este año, cuando se encontraba en Hawaii, en un campamento para el que había sido seleccionada por la organización Project Koru junto a otros 13 jóvenes sobrevivientes de cáncer. Allí, mientras lidiaba con el temor de volver a subir a una tabla, reflexionó: “Hay que tratar de equilibrarse. Las olas vienen y pueden botarte, igual que algunas cosas que te pasan en la vida, pero te puedes levantar”.
Victoria fue diagnosticada con cáncer de mama hace dos años, cuando tenía 31. Duchándose, notó una dureza que resultó ser un tumor agresivo. “El oncólogo que me vio al principio en una clínica dijo que no me quedaban más de tres meses. Me empezó a hablar del GES, me decía que iba a quedar infértil por el tratamiento y que la única explicación era que tenía muy mala suerte. Yo estaba con mi mamá y no entendíamos nada”, recuerda.
Esta ingeniera comercial cuenta que lloró mucho, preguntándose por qué le pasaba esto a ella, si siempre había llevado una vida sana, y por qué en ese momento: “Creía que estaba súper bien laboralmente; después de tanto esfuerzo, sí podía hacer lo que yo quería. Y el cáncer vino a decirme que no”.
Días después, gracias a la intervención de su padre que se había acercado a FALP en busca de alguna esperanza, comenzó un tratamiento de quimioterapia en el Instituto Oncológico que duraría 6 meses.
“Antes de empezar, el Dr. Mauricio Mahave me planteó que si no tenía hijos viera la opción de preservación de óvulos. Y lo hice. Luego, cuando me sentía tan mal por el tratamiento, él siempre me decía que el cáncer iba a pasar, que iba a tener fuerza. Me daba paz, tuve su apoyo y atención total siempre”.
Al darse cuenta de que su tumor estaba cada vez más pequeño, su pensamiento se enfocó en sanar: “Me dije que tenía dos opciones: o pensaba que la quimioterapia me estaba haciendo efecto o me amargaba. Un mes después de terminarla, se confirmó que ya no había cáncer. Y empecé radioterapia”.
Hoy, Victoria está de vuelta en su trabajo, proyecta su vida con hijos y planea un emprendimiento junto a otra paciente que conoció en FALP, dirigido a fortalecer la autoestima de mujeres en tratamiento por cáncer. “Para mí esta etapa es un renacimiento. Antes no estaba consciente de lo que tenía, de todo el amor de mi familia. El cáncer te abre los ojos, te dice que la vida es más simple de lo que imaginabas, que existen personas que no te conocen y te ayudan, que hay gente que te valora. Yo le encontré un sentido al cáncer como un momento para cambiar mi vida, porque rescató lo mejor de mí”, reflexiona.