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Cáncer cervicouterino: una enfermedad que podría ser erradicada
Chile ha logrado una buena cobertura en la vacunación contra el VPH, virus causante de la enfermedad. Sin embargo, se requiere avanzar en la pesquisa de esta patología mediante el PAP y el test de VPH.
Cada 26 de marzo se conmemora el Día Mundial del Cáncer Cervicouterino. Su fin es crear conciencia sobre esta enfermedad con la que más de 1.500 mujeres son diagnosticadas al año en Chile, según proyecciones de Globocan, y que provoca la muerte de cerca de 800 en ese mismo período.
El causante de casi todos los casos de cáncer cervicouterino es el virus del papiloma humano, que se transmite por vía sexual. Se trata en realidad de un conjunto de virus, de los cuales algunos —como el 16 y 18— son más agresivos y pueden provocar lesiones que se transforman en cáncer. La presencia del virus papiloma no necesariamente significa que se tiene o tendrá cáncer de cuello uterino: el 1% de las mujeres con VPH desarrollará esa patología a lo largo de su vida.
Si bien durante bastante tiempo la herramienta para la detección temprana de esta enfermedad ha sido el Papanicolau (PAP) —que detecta alteraciones celulares causadas por la infección de virus papiloma—, en el último tiempo se dispone también del test de VPH, que indica si el virus está presente en el cuello del útero, incluso antes de que produzca cambios en las células. Según la Organización Mundial de la Salud, esta prueba debiese ir reemplazando poco a poco al PAP como principal examen de pesquisa en todo el mundo.
Sin embargo, es una meta ambiciosa, sobre todo si se considera que el 50% de las mujeres que desarrollan cáncer cervicouterino nunca se ha sometido siquiera a un PAP. Ambos exámenes son fundamentales en la detección temprana de la enfermedad y, junto con la vacunación preventiva y el tratamiento, son los tres ejes fundamentales que la OMS ha establecido para erradicar esta patología. Un objetivo que tiene un horizonte cercano: el año 2030.
Esta meta está establecida en el llamado Plan de Prevención 90-70-90 que recomendó la OMS y que involucra llegar al 90% de cobertura en la vacunación, 70% de diagnóstico y 90% de tratamiento”, explica el Dr. Clemente Arab, jefe de Cirugía Oncológica Ginecológica de FALP.
En el caso de nuestro país, en 2014 la vacunación contra el VPH pasó a formar parte de la prevención primaria al incluirse en el Plan Nacional de Inmunizaciones, aplicándose hoy a niñas y niños de 4° y 5° básico. Además, toda mujer puede consultar con su ginecólogo la opción de vacunarse.
Sin embargo, se requiere avanzar en los exámenes para el diagnóstico precoz. El PAP es capaz de detectar lesiones en el cuello, pero se estima que entre el 50% y 54% de las mujeres se lo realiza con la frecuencia que se requiere —al menos cada tres años—, lejos del 70% que trazó como objetivo la OMS. Por otro lado, a pesar de que el test de VPH es capaz de detectar un mayor número de lesiones previas al desarrollo de un cáncer cervicouterino y de que permite identificar grupos de riesgo, su uso no se ha extendido a la población general.
Al ser una enfermedad de lento desarrollo, la importancia de realizarse exámenes de detección precoz radica en que permiten detectar las lesiones en etapas muy tempranas, incluso cuando aún no se transforman en cáncer, y aplicar estrategias para detener su evolución.
Cuando ya se está en presencia de un cáncer, su tratamiento en etapa temprana es curativo.
“El manejo del cáncer debe ser individualizado en función de las características del tumor y de la paciente. Por ejemplo, muchas de las mujeres afectadas por esta enfermedad se encuentran en plena edad reproductiva. En ellas, si la enfermedad es muy inicial, se puede considerar una cirugía de conización —por la cual se extrae solo una porción de tejido del cuello del útero donde se encontraba la lesión— que permite conservar sus opciones de maternidad”, describe el Dr. Arab.
También, en casos seleccionados, se puede hacer una traquelectomía radical, técnica quirúrgica por la cual se extirpa el cuello del útero para después unir el útero con la vagina. “Las pacientes sometidas a esta cirugía logran tasas de embarazo del 40% a 50%”, explica el especialista.
En términos generales, recalca el Dr. Arab, “en relación con el cáncer cervicouterino, nuestro país va por buen camino en materia de vacunación. Pero nos falta avanzar más en pesquisa, darle un mayor énfasis a la atención primaria y no olvidar que el control ginecológico debe ser anual. Esto es fundamental para detener esta enfermedad”.