Fue a fines de 2022 que Bernardo Suazo tuvo el primer síntoma de su cáncer. No era dolor ni sintió una molestia invalidante, sólo tuvo la sensación de que no evacuaba por completo la orina. Pero se preocupó, acudió a su médico de cabecera y se realizó el test de antígeno prostático, el que mostraba valores preocupantes.
Lo que siguió fue la derivación al urólogo. A esas alturas, el antígeno estaba incluso más alto, de manera que hubo que comenzar a descartar. Una biopsia mostró células cancerígenas. “En ese momento recordé que estaba dentro del Convenio Oncológico Fondo Solidario de FALP y solicité una hora”, recuerda Bernardo.
Bernardo, arquitecto y docente en la Universidad de Concepción, tuvo su primer encuentro con el Dr. Pedro Recabal, de FALP, en febrero de 2023. “Me dijo que lo que tenía era un cáncer que en ese momento podía vigilarse sin necesidad de intervenir, pero que esto debía confirmarse con nuevos exámenes. La última biopsia arrojó un resultado que cambió todo, porque el doctor me aclaró que había que hacer algo, que ya no era posible sólo observar”.
La decisión
Debió tener también una consulta con un radioterapeuta, porque podía elegir entre radioterapia y cirugía. Bernardo se inclinó por la intervención quirúrgica robótica, muy apoyado también por el cirujano. “Me quedé tranquilo, porque, por fortuna, los exámenes de imágenes mostraban que la parte con cáncer estaba lejos de ciertos nervios que tenían que ver con la función eréctil”.
Mientras se organizaba todo para la cirugía, a Bernardo lo atendió una kinesióloga que le realizó ejercicios para fortalecer el piso pelviano, con el fin de disminuir al mínimo el riesgo de incontinencia. En junio del año pasado, y con éxito, se sometió a la intervención con el robot Da Vinci. Al día siguiente estaba de alta. “Yo tenía todas las ganas, así que caminé mucho y seguí todas las instrucciones del médico. Todo salió bien y desde entonces en adelante fue siempre un ir recuperándome”.
Bernardo actualmente se encuentra libre de cáncer y completamente recuperado desde el punto de vista funcional.
Meses después de su operación, Bernardo buscó ayuda psicológica. Había enfrentado con mucha racionalidad todo el proceso, sin dar paso a las emociones, y eso le pasó la cuenta.
“Actué siendo bien práctico, pero después que pasó todo me vino una crisis emocional terrible. Tenía angustia y sentía que estaba perdiendo el tiempo en lugar de aprovechar el resto de vida que me quedaba, esa era la sensación. Las sesiones con la psicóloga me permitieron arreglar un montón de otras cosas que venían de antes, que uno suele ir dejando adentro. Hoy me siento muy bien. Cambié en muchos aspectos: salgo más, me relajo más, me río más, estoy más con mi familia, voy al gimnasio. Trato de aprovechar cada momento”, cuenta.