En 2017, a sus 41 años, Mariela Morán comenzó a sentir un dolor en la mama y el brazo derecho que la motivó a consultar con su ginecólogo. Tras una mamografía, ecografía mamaria y posterior biopsia, el diagnóstico confirmó un cáncer de mama del tipo luminal B.
“Se me vino todo encima. Dije ‘hasta acá me quiere Dios y ahora sólo queda esperar lo que venga’”, recuerda. Este pensamiento fue cambiando cuando tuvo más información sobre su enfermedad. “Cuando el Dr. Badir Chahuán me explicó mi diagnóstico, mi percepción cambió positivamente, en el sentido de que yo iba a tener que poner de mi parte para salir adelante y recuperarme al 100%. Por lo que me decía el doctor, era un tratamiento largo, pero que iba a llegar a un buen término”, asegura.
Su tratamiento incluyó quimioterapia, radioterapia, cirugía para extirpar la mama derecha y reconstrucción mamaria. Con dos hijos, en ese entonces de tres y cinco años, Mariela debió explicarles su situación médica: “Yo traté de no nombrar la palabra cáncer porque en ese momento eran tan chiquititos que no iban a entender el significado. Les dije que tenía una enfermedad, que me iban a poner unas inyecciones que me iban a provocar la caída del pelo, traté de contarles de la forma más simple posible”.
Por ellos intentó llevar su vida habitual, pero “lo más difícil del proceso fue resistir las quimioterapias, que se me cayera el pelo, porque para mí como mujer el pelo es importante”, asegura.
Mariela recuerda que llegó a FALP gracias al Convenio Oncológico Fondo Solidario, del que era beneficiaria porque su esposo lo había tomado en su trabajo. “La importancia de tenerlo fue de un mil por ciento. Es una ayuda económica muy fuerte porque estos tratamientos son largos y costosos”, detalla Mariela.
Esta seguridad financiera, además del trato del personal que la atendió, contribuyeron a su tranquilidad durante su tratamiento. “En FALP hay mucha ayuda, un grupo de personas que te van tirando hacia arriba para poder superar bien esta enfermedad. Por ejemplo, yo recibí el apoyo de una psicóloga”, destaca.
A seis años de su diagnóstico, hoy Mariela califica este camino como “un cambio total”. Para ella, “lo más positivo es estar viva y poder decir que superé el cáncer de mama. Después del cáncer veo la vida de distinta forma, más alegre. Quiero estar bien para mí y para mis hijos, y tratar de ayudar a otras personas contándoles sobre FALP”.