“En FALP me dieron la posibilidad de ser mamá”

Diagnosticada con cáncer cervicouterino en 2015, Natalia Márquez se sometió a un tratamiento quirúrgico excepcional llamado traquelectomía radical. El haber tenido esta opción terapéutica le permitió, cuatro años después, tener a su hijo.

Segunda semana de marzo. Es lunes en la mañana y a Natalia Márquez la acompaña Augusto. Es su hijo de tres meses de edad, que se distrae mirando las hojas de los árboles mientras le toman fotos para esta página, pero a la vez está un poco inquieto. Nada que no pueda solucionarse con un poco de leche.

Pronto se queda dormido. Entonces, Natalia, de 29 años, comienza a contar cómo fue que se convirtió en madre después de haber sido diagnosticada con cáncer cervicouterino.

Año 2015. “En esa época, con mi pareja de entonces estábamos conversando la idea de tener hijos”, recuerda. Pero todos los planes cambiaron después de un PAP alterado, una conización (cirugía en la que se extrae una porción de tejido del cuello uterino) y un diagnóstico que no esperaba: “Cuando me entregaron la biopsia del cono, aun sin entender nada supe que había algo malo. Pasé por la consulta del doctor que me operó y me dijo ‘tienes cáncer’ como si nada, sin ningún tino”.

Natalia decidió buscar otro lugar donde tratarse y, pidiendo referencias, llegó al Instituto Oncológico FALP. Aquí el gineco-oncólogo Clemente Arab, tras evaluar su caso y discutirlo con otros especialistas en un comité oncológico, le ofreció una alternativa de tratamiento quirúrgico excepcional llamado traquelectomía radical (ver página 3), que incluye la extirpación del cuello del útero. Este procedimiento le permitiría conservar la opción de llevar adelante un embarazo en el futuro.

El doctor fue quien me planteó esa cirugía, porque no tenía hijos aún. Pero yo había dejado de pensar en esa posibilidad; me habían dicho que tenía cáncer y tenía que preocuparme de mi recuperación. Después de la traquelectomía estuve como una semana hospitalizada y una sicóloga me visitaba diariamente. En ese momento yo decía ‘no voy a poder ser mamá’, pero en FALP me recalcaban que sí. Me estaban dando esa posibilidad”

Año 2019. Cuatro años después de la operación, los hijos no figuraban en los planes de Natalia. “Ya no estaba con esa idea, sino que programando viajes y un montón de cosas. Pero quedé embarazada en un cambio de anticonceptivos. En ese momento no caí en que me habían operado e iba a necesitar otros cuidados. Cuando empecé con los controles, me di cuenta de que la cosa se venía pesada”

La licencia médica fue casi inmediata y a las 25 semanas fue internada en una clínica para esperar el parto en reposo y bajo un monitoreo constante. “La guagua iba a comenzar a adquirir tamaño y peso, entonces había que contenerla, ya que yo no tenía cuello del útero”, explica. Pasó los siguientes tres meses ahí, viendo tele, pintando o tejiendo, pero al final todo la aburría. “Estaba encerrada, no podía salir a caminar si no me acompañaba alguien. El apoyo de mi pareja y mis padres fue fundamental en esta etapa. Pedí ayuda sicológica porque en un momento ya no quería estar ahí”, dice. 

En la semana 36, se decidió practicar una cesárea y Augusto nació: “Me habían advertido que podía tener un parto incluso más prematuro, que quizás necesitaba incubadora. Pero no, salió todo bien. Augusto se afirmó siempre. Para mí, él decidió llegar”.

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