Ya sea por el golpe del diagnóstico, los efectos secundarios del tratamiento como fatiga o náuseas, o la angustia que genera la enfermedad, la vida sexual probablemente se verá disminuida al afrontar cualquier cáncer. En el caso del cáncer de mama, el impacto es más complejo aun, principalmente cuando el tratamiento genera cambios físicos que alteran la autoimagen de la mujer, lo que podría hacer que ya no se sienta tan cómoda con su cuerpo y afecte la manera en que se relaciona íntimamente.

“Cuando se extirpa una mama, hay herramientas para reconstruirla. Eso significa volver a tener una mama lo más parecida posible a la anterior, pero esa mujer puede sentir que ella ya no es la misma”, advierte la Dra. Mabel Hurtado, cirujano de mama del Instituto Oncológico FALP.  La decisión de realizar la reconstrucción dependerá de las condiciones de salud de la paciente y de su interés por someterse a esa cirugía.

“Algunas mujeres basan más que otras la autoestima, sexualidad y sensualidad en su cuerpo, y está bien porque todas tenemos que sentirnos conformes, pero no es lo único. Es importante reforzar que las mujeres no somos una mama o una cara. Esa paciente sigue siendo ella misma, con o sin cicatrices“, comenta la Dra. Hurtado.

La vida sexual también puede sufrir complicaciones debido al uso de ciertas drogas para prevenir que el cáncer de mama regrese después de ser tratado: “Éstas pueden derivar en sintomatología menopáusica: bochornos, sequedad vaginal, disminución del deseo sexual. Pero hay medicamentos para ayudar con eso y lubricantes que pueden solucionar algunas molestias”.

Para la Dra. Hurtado, es clave recalcar que “gran parte del peso de la sexualidad lo lleva nuestra mente. Y se puede recuperar un órgano que se ha perdido, pero nada reemplaza el decir ‘yo valgo, soy deseable, sigo siendo una mujer entera’.  Eso pasa por apoyarse en las personas que uno quiere y también con el médico o un psicólogo. Lo importante es consultar y no tener vergüenza”.